![]() Comer es una de las actividades fundamentales para que nuestro cuerpo funcione lleno de energía. La comida nos da el combustible para avanzar cada día, no solo para que los procesos vitales sucedan, también alimentamos nuestra mente y nos brinda la energía necesaria para poder realizar las acciones del día a día. Desde pequeños creamos conexiones emocionales relacionadas con la alimentación, inconscientemente relacionamos el alimento con el amor, y es verdad que se crea un lazo de cariño y protección a través de dicho acto. Sin embargo, conforme crecemos podemos crear una distorsión de lo que es el amor y la búsqueda del mismo a través de la comida. Cuando esto sucede, desarrollamos patrones de conducta insanos e innecesarios para compensar emociones contrarias, como son: el dolor, la ansiedad, el vacio, entre otras. Esto acompañado con las costumbres socio culturales, las tradiciones familiares, la tendencia a los excesos, etc. Se convierten en una bomba contraproducente para nuestra salud y bienestar. Creamos malos hábitos alimenticios, lo que repercute en nuestra salud, estado de ánimo y vitalidad. Perdemos lo que de forma natural se nos ha dado, dejamos de escuchar las necesidades reales de nuestro cuerpo, comemos por inercia, muchas veces sin hambre o pasamos largos ayunos que son igual de contraproducentes. Ahora pues, la buena noticia es que siempre podemos elegir cambiar y mejorar dichos patrones. Si este es tu caso, te comparto algunos consejos que pueden ayudarte en este proceso: 1. Reconoce el lugar en donde estas parado: Comienza a observar tu rutina diaria de alimentación: número de comidas al día, cantidades o porciones aproximadas, tendencias sobre algún tipo de alimento, vitalidad durante el día, consumo de agua, excesos y en qué circunstancias, etc. 2. Haz de tu comida un espacio especial: Es importante evitar distracciones mientras comemos, hacerlo con calma y consientes de las sensaciones y el momento en el que nos sentimos satisfechos. Muchas veces seguimos comiendo por inercia o porque algo sabe muy bien más que por hambre, lo que provoca fatiga y hasta indigestión (mejor conocido como mal del puerco). 3. Elige comer con conciencia: Como te mencione, existen conexiones emocionales con nuestra forma de comer. Si son tus emociones las que comen por ti, puedes caer en situaciones de: excesos o atracarnos (que generan culpa) o ayunos y falta de apetito (que nos llevan a la desnutrición y desequilibrio). No te dejes llevar por una emoción al elegir tus alimentos, trata de tranquilizarte antes o si te es imposible, sírvete las raciones necesarias y no más o menos. Conforme lo practiques, nuevas conexiones se crearan y sucederá de manera natural. Recuerda que tu eres el amo de tu mente. 4. Experimenta la comida: Mastica la comida hasta que este casi deshecho, disfruta los sabores, las combinaciones. Evita comer por comer. Disfruta lo que comes no es necesario atracarte y probablemente descubras que con menores cantidades te sientes satisfecho y la necesidad de comer de más disminuye. 5. Hidrátate durante todo el día: La deshidratación es uno de los factores que provocan mayor ansiedad, el cerebro comienza a mandar señales que se pueden confundir con hambre y es por ello, que muchas veces comemos y comemos y parece que no logramos satisfacernos. 6. Identifica las necesidades de tu cuerpo: Cada cuerpo y cada individuo es diferente, por ello es necesario probar y observar para descubrir los alimentos que favorecen a tu metabolismo. Actualmente hay varias tendencias alimenticias que generalizan un estilo de alimentación para todos, como somos seres individuales es imposible que a todos nos quede bien lo mismo; es por ello la relevancia de escuchar las necesidades de tu cuerpo. Notaras que hay días que requieres cantidades mayores que otros, que te inclinas por ciertos alimentos y que incluso el clima afecta en tus necesidades de ingesta. Tómalo en cuenta al elegir que comer y observa si estas necesidades son originadas por una emoción o por una necesidad real. 7. Enfócate en los logros: Cambiar un hábito requiere constancia y practica, si son varios es probable que no sucedan de la noche a la mañana… por lo que la frustración puede ser el enemigo número uno durante el cambio. Una forma de contrarrestar o eliminar la frustración y la tendencia a abandonar nuestro objetivo es “enfocarnos en los logros”. Empezando por los pequeños, por los cambios que si hicimos, por las actividades que logramos modificar o incorporar en nuesra rutina alimentaria, por la disminución de los patrones contraproducentes. Esto nos motiva a seguir a lograr más y a no abandonar. Recuerda que tu peor enemigo puedes ser tu mismo y evita el sabotaje. 8. Busca orientación profesional: A veces es necesario contactar con expertos en el área, personas que nos enseñen y guíen; que acompañen nuestro proceso del cambio. Poco a poco entenderás como hacerlo por ti mismo pero es importante utilizar recursos externos mientras eso sucede, para mantener el equilibrio y lograr una vida saludable. 9. Evita programas o cambios drásticos en tu alimentación: Existen dietas drásticas que impiden que tu cuerpo y mente se ajusten adecuadamente y, aunque aparentemente consigas los resultados en corto tiempo, se generan descompensaciones físicas, mentales y emocionales que e impiden mantener el logro y nos causan malestar y enfermedades. Recuerda que todo cambio requiere de un tiempo y un proceso, que lo más importante es tu bienestar integral. Elige caminos seguros no es necesario “comerse el mundo en un día”, se selectivo y consciente de cuál es la mejor ruta para ti. Nuestro cuerpo es un vehículo de creación y expansión: cuídalo, disfrútalo, escúchalo, encamínalo y dale siempre lo mejor, porque lo mejor es todo lo que mereces.
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